No hacemos milagros, pero tampoco damos masajes. Y es que como reza la imagen, la fisioterapia es una ciencia.

A lo largo de estos años y de muchos pacientes en mis manos, puedo decir que un gran grupo de personas que acuden a una consulta de fisioterapia y osteopatía se dividen en dos grupos localizados en extremos completamente opuestos: los buscadores de milagros y los que vienen a masajes.

Hay gente que acude a nosotras tras varios desahucios, normalmente con mucho dolor que limita su vida diaria.

Gran parte de nuestro éxito radica en la escucha activa

Me atrevo a decir que gran parte de nuestro éxito radica en la escucha, dejamos que el paciente nos explique y nos guíe a través de sus sensaciones, realizamos muchísimas preguntas algunas de ellas resultan un tanto extrañas. Tiene mucha importancia el cómo, el cuándo, el dónde…

Por suerte, durante nuestros años de formación no nos limitamos a «sobarnos» sin sentido, y por suerte tenemos una gran bibliografía de conocimiento interno que nos permite archivar y relacionar toda esa información.

No es que nuestras manos sean milagrosas, solamente nos limitamos a formarnos mucho en teoría, a hacer muchos cursos de actualización, de nuevas técnicas que nos permiten ayudar a nuestras y nuestros pacientes de manera cada vez más holística.

Las y los grandes investigador@s de la fisioterapia pasan horas y horas realizando estudios e importantísimos avances, que las que nos encontramos en consulta nos dedicamos a leer, estudiar y aplicar en nuestra consulta.

No nos gusta que nos llamen masajistas

Es sabido por tod@s, y usado como vacile recurrente, lo poco que nos gusta a fisioterapeutas y osteópatas que nos llamen masajistas, después de años de formación universitaria, de horas y horas de cursos de especialización, de master, posgrado… nos atrevemos a decir que sabemos hacer más cosas que echar crema, entendemos de patología más allá de las subidas de paletilla, y en anatomía profundizamos un poco más allá que cabeza, mano pie.

Mi gran amiga Ana me vacila y me llama “manos de santa”, nada más lejos, creedme si así fuera os escribiría desde mi cabañita con vistas a la montaña, pero por suerte o por desgracia mañana me toca levantarme a trabajar de nuevo.
Ninguna de nosotras tiene la panacea, en mi caso por suerte tengo una gran red de amigxs y compañerxs con los que comentar casos y derivar si es necesario. No digo que todos seamos iguales, por supuesto que hay gente que tiene “más mano” que ha tenido un numero mas elevado de ciertos casos o que simplemente te ha recogido en un buen día.
Pero a veces lo que ven mis ojos no es la solución, y llega mi compañera, lo ve claro y se obra el milagro. No somos meigas, aunque no me importaría tener algún que otro conjuro en la retaguardia.

Personalmente no soy yo muy fanática de las titulitis pero me fastidia bastante los intrusismos sobre todo cuando hablamos de una persona con dolor, con patología seria que recurre a nosotras en busca de ayuda